La actitud hace la diferencia
En la sociedad actual cada vez es más claro que el éxito
empresarial no está estrictamente ligado al éxito económico pura y simplemente,
aunque es claro que el empresario asume un riesgo y por tanto desea obtener una
rentabilidad del mismo y un reconocimiento social que en muchos casos lo da el capítulo
económico, cada vez más la empresa se esta convirtiendo en una herramienta
social y está siendo considerada como tal. Cuando la gente se asocia por el
dinero: un concepto interiorizado en el común de la sociedad, sólo se atraen
personas cuya meta es ser ricos, y la sociedad lo percibe. Por el contrario, si
consideramos a la empresa como un “servicio social” y el empresario asume la
actitud de “servidor público” generador de trabajo y riqueza, con negocios
basados en conocimiento e innovación; éste hecho, cambia el sentido de la
empresa y el proyecto de vida del propio empresario, lo cual también descubre
la sociedad que ahora los percibe como un “bien social” merecedores de protección,
estímulo y respeto. Esta actitud innovadora resulta tanto del aprendizaje
colectivo como de la cooperación basada en la confianza. Y marca la diferencia,
porque las “empresas del conocimiento” no se crean sólo para hacer dinero.
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