¿Valoramos a nuestros futuros clientes?
Esta es una cuestión que creo que no
tenemos suficientemente bien aprendida. O al menos no le damos la importancia
que realmente merece. Cuando planificamos nos resulta difícil pensar
en quien acabará comprando lo que hemos creado. Y sin duda este será el reto
que a la postre marcará el éxito o fracaso de nuestro proyecto y los que
nos produce dudas e incertidumbres. A demás es el momento en que empezamos
a tomar las primeras decisiones "a riesgo".
Hay dos palabras clave que definen
exactamente esta situación. La primera es VALOR y la segunda es NECESIDAD. Es
importante que nuestro cliente perciba el valor de lo que le estamos
presentando, de lo contrario dejara pronto de atendernos en beneficio de otras
alternativas. Precisamente el cubrir sus necesidades, conocidas e incluso
desconocidas, será lo que le haga prestarnos atención y decidir su apuesta por
nosotros.
Cumplir con este trabajo implica entrar
en un espacio desconocido que es el de la ejecución, hasta ahora todo ha
sido planteo teórico sobre nuestra idea, pero pronto debemos
enfrentarnos con quien ha de validarla. Esto solo podremos conseguirlo en
la calle, en relación con quien unos meses más tarde deberá comprarnos el
resultado de nuestro esfuerzo.
Es en este momento en el que tendemos a
encerrarnos en nuestro proyecto y preferimos enfocar los esfuerzos en
mejorar el producto o servicio pensando que por este camino convenceremos. Por
contra debemos pensar que "Lo excelente es el peor enemigo de lo bueno"
i que....
Cuando nos enfocamos a un nuevo reto
empresarial tendemos a centrarnos en nuestro producto o servicio, porque
en la mayoría de los casos forma parte de la aplicación de nuestras
habilidades y estamos tan "enamorados" de la idea que no se nos
ocurre pensar más allá de la misma. Hacemos grandes esfuerzos para
explicar, cuando posiblemente lo que deberíamos hacer por encima de
todo es escuchar.
Si te ha
gustado éste post no la olvides al emprender y
recuerda que nunca antes había sido tan importante la opinión del cliente. La
amplitud de la oferta, la comunicación existente y el acceso a los productos de
forma casi ilimitada nos obliga a pensar que es el cliente que nos compra, no
nosotros que le vendemos.
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