¿Tengo un proyecto, o solo una buena idea?
Cuando emprendemos nos gusta explicar
nuestra idea, creemos que es algo único y nos cuesta pensar en una crítica al
proyecto. Lo comentamos con facilidad y en general la gente que nos escucha reconoce lo muy acertado que lo ve, pero la realidad es que nuestra experiencia
y su resultado no pasa de aquí.
Nos cuesta darnos cuenta de que estamos
explicando algo abstracto, con seguridad muy interesante, pero carente de lo
que necesita una gran idea para hacerse realidad, el cliente. El riesgo
empresarial de nuestro proyecto no está en lo que presentamos como producto o
servicio, sino que radica en su capacidad para desarrollarse en el mercado. En
la ejecución hasta el mercado es donde existe el fundamento del éxito o el
fracaso de nuestro proyecto.
Creemos que los clientes vendrán
atraídos por nuestras palabras y pronto nos damos cuenta de que hemos de
desarrollar muchos conceptos hasta presentar nuestro producto y su propuesta de
valor en el mercado. Esto es lo que denominamos proyecto.
Estamos en un mercado en el que el
cliente desea más. El cliente necesita soluciones y no productos o servicios. O
retos simples por los que nadie ha pensado todavía.
Por ello debemos crear modelos de
negocio que permitan monetizar soluciones más o menos sencillas de forma atractiva.
Aquí es cuando entra el concepto de proyecto. El producto es importante, pero
su llegada y presentación al mercado lo es más.
En resumen, nos gusta dedicar esfuerzos
a las ideas cuando lo que hemos de procurar es como las llevaremos al mercado
cuando validemos la factibilidad de nuestra idea. Tengamos este pequeño
detalle en cuenta y nuestras ideas crecerán más y mejor.
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